Alguna vez alguien importante para mí me enseñó que era mejor vivir sin prisas…
-Una persona que anda con prisa comienza a correr- me decía, -una persona que va a su propio tiempo inventa una danza al andar-.
De pequeña esta frase no significaba mucho para mí, yo pensaba -¿y qué tiene de malo correr?- pero ahora entiendo que correr es solamente la versión acelerada de caminar, mientras que danzar implica un proceso creativo que cambia por completo la manera en que se mueve el cuerpo.
Para muchos parecería una locura el simple hecho de no tener prisa, estamos llenos de actividades y horarios estrictos. Cuando llega la noche no recordamos nada de lo que sucedió en el camino, estábamos muy ocupados pensando en todo lo que hicimos y de qué manera lo hubieramos hecho mejor, o en lo que vamos a hacer al rato, mañana, la semana que viene y un mes después. Estamos experimentando muchas cosas en nuestra mente, pero no el presente.
Pensar en el pasado y en el futuro puede ser muy positivo cuando recordamos algo lindo o cuando sentimos ilusión por algo que todavía no sucede. Sin embargo, es fácil quedarse atorado en cualquiera de los dos. Pensar mucho en el camino que ya recorrimos, en lo que ya sucedió y lamentarnos por lo malo o culparnos por no haberlo hecho perfecto provoca sentimientos de tristeza y depresión. Planear demasiados escenarios en la cabeza sobre cuando por fin lleguemos al destino, encontrando errores y fatalidades que podrían suceder provoca altos niveles de estrés y ansiedad.
El presente es cada instante del camino que recorremos y es igual o más importante que el propio destino porque el camino es absolutamente necesario para llegar a cualquier lugar. Pensándolo detenidamente, absolutamente todo en la vida es un proceso que implica un trayecto temporal, algunos son casi fugaces, otros podrían durar casi una eternidad… El camino hacia la noche es el día, el camino hacia un año nuevo son los 12 meses anteriores, así como el camino hacia la muerte es la vida.
Si los caminos son totalmente inevitables, a lo mejor valdría la pena experimentarlos en el presente. Y esto no significa otra cosa más que estar consciente de lo que está sucediendo mientras está sucediendo, asombrarnos de las cosas solamente por lo que son. Si nos asombramos de la manera en que el pie se levanta a la altura perfecta para mantener el equilibrio mientras el otro pie toca el piso para poder dar un paso, entonces se nos puede ocurrir levantarlo un poco más alto y girándolo con un poco de gracia inventamos el primer paso de una danza...
Michelle Whitehouse
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