Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil.
Pero estar furioso con la persona correcta, en el momento correcto,
por el motivo correcto y de la forma correcta.. eso no es fácil
Aristóteles, Ética a Nicómaco
Estamos acostumbrados a cuidar de nuestra salud física y en algunos casos la mental, y se ha dejado en el olvido el cuidado de las emociones y los sentimientos. Cuando un bebé nace no sabe que es la alegría, la tristeza, el enojo, el miedo, el amor, sin embargo, los experimenta. Es a partir de los padres o cuidadores y el significado que éstos le van dando a cada emoción y sentimiento que aprende a distinguirlos, nombrarlos, expresarlos y actuar en consecuencia de ellos. Culturalmente se han clasificado los sentimientos como “positivos” y “negativos”, sentir alegría, amor, afecto, felicidad, gratitud y todos aquellos considerados buenos está bien experimentarlos de acuerdo a esta clasificación; pero el enojo, la tristeza, el miedo, la angustia, culpa o cualquier otro considerado como malo, es mejor evitarlo. Esta perspectiva limita al ser humano ya que no le permite sentir libremente la amplia gama de emociones y sentimientos que inevitablemente experimenta y como consecuencia favorece un deterioro en la salud emocional, la cual impacta en su vida. Las emociones y los sentimientos son moralmente neutros, ya sean agradables o desagradables, no pueden considerarse buenos o malos, positivos o negativos, correctos o incorrectos. Son los comportamientos derivados de estos los que resultan constructivos o destructivos. Cuidar de nuestras emociones nos permite entender que experimentamos todas las emociones y los sentimientos, los cuales es importante reconocer y expresarlos adecuadamente, para que nos acerque a construir una adecuada salud emocional.
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