Es altamente probable que en ocasiones hayas sentido que existe un aspecto (quizá muchos) de lo que consideras que eres o te define pero necesitas esconderlo de los demás. Muchas veces ha sido por vergüenza, en otras por miedo y has tenido que recurrir a un sinfín de herramientas, armas o artimañas para lograr ocultar aquello que será mal visto (muchas veces es cierto) generando con esto un movimiento silencioso en el que se esconde eso que deseas ocultar, pero va cobrando fuerza.
Una de las aportaciones de Sigmund Freud fue ahondar acerca de pulsiones sexuales que, entre otras características, ayudan a orientar nuestra creatividad vital y que cuando se buscan reprimir, encuentran la manera de manifestarse. Fue así como explicó lo que para su época tenía sentido con un término que llamó: histeria conversiva. En términos generales y en palabras simples de quien escribe; sucede en una persona que presenta un padecimiento físico (generalmente una mujer) que no tiene una explicación médica lógica y aparece sin mucha explicación pero que cuando el médico destapa alguna situación personal con connotación sexual, mágicamente desaparece el malestar físico. Más allá de las situaciones de contexto que le hicieron plantear estos términos, tomaré la idea de la sexualidad como movimiento que, cuando intenta ser detenido, reprimido o algo, encuentra la manera de manifestarse de formas no siempre tan claras o evidentes.
En su libro autobiográfico, Marilyn Manson habla con mediano detalle acerca de encuentros sexuales que llegó a tener con hombres (mencionando a algunos famosos de la industria musical) en las que éstos le practicaron sexo oral y a veces él a ellos. Recuerdo que al final de este capítulo dice: “esto es más honesto de lo que muchos hombres heterosexuales dicen sentir al respecto de sus deseos por otros hombres, incluso de aquellos encuentros homosexuales que ya tuvieron, pero recordemos que el malo en esta historia soy yo”. Después refiere por su deseo y atracción por las mujeres con quienes establece vínculos erótico-afectivos y estableciendo el punto en el que socialmente preferimos señalar aquello (propio o ajeno) que nos da miedo y/o avergüenza. También es evidente que este personaje está muy basado en la provocación pero eso no es sinónimo de estar equivocado.
Entonces, quizá la pregunta es: ¿cómo responder a las condiciones que existen en nuestro entorno, principalmente, cuando me siento distinto a lo que en general existe? Creo que, hasta ahora, muchos grupos y personas lo han intentado haciendo verdades a medias, doblando la verdad y/o mintiendo pero no hay mucho con qué juzgarlos cuando les hemos dado las herramientas para esconderse sintiéndose avergonzados y temerosos de expresarse tal cual se sienten, cuando muy probablemente también nosotros nos sentimos con miedo de comprenderles.
Pienso que recordar algo tan sencillo como que el amor es amor, el sexo es sexo o la atracción es atracción, se vuelve básico para no aislarnos de las expresiones que son importantes para cada uno de nosotros porque, aunque somos seres de significados, éstos están más a la vista que ocultos pero el miedo y la vergüenza los sepultan.
Juan Sánchez Kidwell
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