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Foto del escritorCentro Agalma

Del otro lado del espejo, desde la posición y función de psicoterapeuta.



Hacer psicoterapia tiene mil aristas, una de ellas es la satisfacción que se siente cuando ves crecer a la otra persona, cuando la escuchas y das cuenta de cuánto está moviéndose internamente, cuando la descubres con mayor grado de libertad, de satisfacción, cuando notas que ya se observa, se escucha, se siente a sí misma. Genera gran satisfacción ser cómplice del proceso de descubrimiento personal y autodeterminación. Esas sesiones en las que después de meses de tempestad, confusión y dificultades llega la paciente y en su semblante, en su discurso se manifiesta un atisbo de luz…

En silencio y discreción se siente alegría al escuchar como cada paciente encuentra un sendero personal para construirse o reconstruirse.

Cuando la creatividad se asoma y sorprende a la misma paciente.

No obstante, la terapia no es un encuentro alegre y festivo cada sesión, por supuesto que no, hay sesiones tristes, sesiones donde reina la ansiedad, la confusión, el dolor, cual marinos bajo tormenta en mar abierto, acompañamos a la paciente, para contener el barco, abrir las velas, sostener el mástil o maniobrar el timón, no porque una en tanto terapeuta dirija el barco, rotundamente no, el barco es de la paciente, pero el proceso terapéutico implica nuestra responsabilidad.

Anima cuando ves su lucha, su batalla interna y te remite a la propia, el proceso de psicoterapia es un proceso de doble vía, en donde la terapeuta pone su sensibilidad, su humanidad, su escucha para recibir a la otra, para poder percibirla desde su singularidad, escuchando su angustia, su deseo, su carencia y desde ahí comenzar a trabajar. Claro que la formación teórico-práctica, la supervisión nos conforman en tanto terapeutas, sin embargo, es el propio proceso terapéutico el que guía la capacidad de estar ahí en cuerpo y mente para la paciente. Para favorecer la formación del espacio terapéutico dentro del consultorio una tiene que aprender a estar en cuerpo, sensible a los afectos, a recibir justo lo que la paciente teme, lo que no soporta, para acompañar la posibilidad de asimilar, de metabolizar los conflictos. Estar en mente para acompañar a la paciente en pensarse desde posiciones diversas, cuestionar sus lugares comunes, hacer aberturas en su discurso alienante o paralizante.

La terapia trae movimientos, giros, encuentros e inventos en cada paciente, que a su vez nos confrontan, sorprenden y enseñan posibilidades que una en tanto humana, más acá de su posición de analista o terapeuta en el consultorio, también está explorando desde el propio itinerario vital.

Una no anda por la calle con el traje de terapeuta, una se inviste de terapeuta en tanto la paciente te confiere el lugar y despiertas el dispositivo para gestar un proceso de terapia. Proceso, proceso insisto porque lleva su tiempo o mejor dicho sus tiempos, el de los estados subjetivos de la paciente, el de formar una alianza, una relación de trabajo y el tiempo propio de la analista… para escuchar, percibir, aquello que del inconsciente de ambas se asoma.

Cuando alguien toca a la puerta del consultorio, llega en tanto persona, estrictamente en tanto el significado de la palabra persona en latín, implica… Una paciente se va conformando sí el deseo de encontrarse es más fuerte que el miedo a descubrirse…

Me apasiona estar ahí al andén, disponible para acompañar en su viaje a quien elige, asume un deseo de transformación y es fascinante lo que humanamente aprendes al acompañar a un niño, a una adolescente, al joven, a la mujer, al padre, a …

En tanto terapeutas responsables de nuestro trabajo, la profesión reta, reta continuamente a crecer, a superar prejuicios, a resolver situaciones imprevistas, a mantenerse en formación, a confrontarse en la supervisión, a sostener el respeto a los tiempos, las decisiones de cada sujeto. Esta ocupación reta a reinventarte porque lo humano es complejo, es subjetivo.

El reto también atraviesa el otro lado del espejo, confrontando a la paciente/analizante con su desesperación por encontrar la felicidad en una persona o en un producto que se pudiera adquirir, en un lugar al que Volaris nos lleve. Por eso terapeutas de diferente formación decimos a la paciente/analizante que sus problemas hay que trabajarlos. Reconstruirse, sanarse es un trabajo y ganar grados de libertad, de satisfacción personal es la recompensa.


Ileana Torres Ruiz

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