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̶E̶n̶ ̶b̶u̶s̶c̶a̶ ̶d̶e̶ Construyendo la felicidad

“No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino.” (Buda)


Somos productores de nuestra felicidad. Sí, así como lo lees, está en nuestras manos construir nuestra felicidad día con día porque, más que estar dentro de nosotros, depende de nosotros para estar presente en nuestras vidas.


A lo largo de la historia, la felicidad es un concepto que se ha tratado de definir, estandarizar, estudiar y descomponer con el fin de poder “encontrar” qué es y cómo conseguirla. Sin embargo, la felicidad es una vivencia individual, aunque se trate de una construcción social que tiene diferentes aristas. En estas conceptualizaciones podemos ver que ahí predominan los discursos que ponen a la felicidad como algo externo, algo que está ahí afuera para ser encontrado o que se obtiene a través de poseer cosas y como un fin último o una meta. Estas ideas pueden generar frustración, ya que parece que estamos en búsqueda de algo inalcanzable, pues ya se ha demostrado que los bienes materiales no precisamente otorgan felicidad. Una definición común y frecuente es la que dice que la felicidad implica la autorrealización de la persona: esto es, que el ser humano logre cumplir sus metas, como por ejemplo alcanzar el amor deseado, conseguir el auto de sus sueños, cumplir un viaje anhelado, etc. También hay otras teorías que se refieren a la felicidad como parte del camino y a la vez una meta, pero que de igual modo proponen que la felicidad se irá encontrando. Por otro lado, se empieza a poner sobre la mesa a la felicidad cómo un concepto que requiere de nuestra participación activa para que se pueda dar en el día a día. Aristóteles decía que la felicidad es el significado y propósito de la vida, que consiste en un estado mental que implica la realización del sujeto; incluso distingue tres tipos de felicidad: el placer (la vida, de acuerdo con el cuerpo); política (según la retórica: vida y honor) y la meditación (la vida, de acuerdo a la razón).


Por otro lado, también tenemos la perspectiva biológica que pone la felicidad en términos de una serie de reacciones químicas (hormonales) en nuestro sistema nervioso; a estas hormonas relacionadas con el placer se les conoce como “hormonas de la felicidad”: endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina. Estas secreciones glandulares se ponen en marcha o se liberan cuando experimentamos situaciones relacionadas con emociones agradables; y en este punto quisiera remarcar que para cada persona lo que resulta agradable o genera estas emociones se relaciona también con nuestras propias creencias y con todo aquello que relacionemos con nuestra idea de felicidad, por lo que dependiendo de ello, será también cuando estas hormonas de la felicidad se liberen en nuestro cuerpo. Además, es importante recalcar que tanto estas hormonas -como las emociones asociadas normalmente a ellas-, tienen una corta duración en cuanto a las sensaciones que generan en el cuerpo, por lo que la felicidad no podría ser un estado emocional o químico permanente, pero sí podemos tener con base en ese conocimiento una visión de qué cosas nos permiten tener más de estas reacciones químicas agradables.


La felicidad es subjetiva, relativa y cambiante con el tiempo. En realidad es una postura o una actitud ante la vida en la que influyen y se entretejen cuestiones biológicas, personales, sociales, culturales, de género, rasgos de personalidad, emociones, pensamientos, conductas, creencias, así como nuestra visión del mundo y de nuestra realidad; y es por esto por lo que resulta complicado definir la felicidad y mucho más definir qué nos hace felices.

La felicidad más que un sentimiento o emoción, es una forma de vivir, una forma de mirar, una forma de estar en la vida. Si bien hemos ocupado el término para decir me siento feliz, las emociones ligadas al concepto de felicidad son la alegría, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión, inspiración, asombro, curiosidad, satisfacción y amor.

En este sentido, ampliar nuestro lenguaje emocional nos puede ayudar también a identificar y concientizar aquellas cosas que para cada uno suman a la felicidad, así también el cuestionar y replantear nuestras creencias sobre la felicidad nos permitirá encontrar qué nos hace felices, y de esta forma visualizar cómo podemos contribuir a construir esta felicidad en nuestra vida diaria.


Alguna de las ideas entorno a la felicidad pueden asociarse a la idea de que si tienes felicidad, entonces no hay dificultades, no se tienen emociones desagradables y sí se tiene todo lo que queremos (en todos los aspectos), derivando así en un estado permanente; sin embargo, si esto fuera así, nos perderíamos de las oportunidades de crecimiento y cambio que nos presentan las situaciones adversas en nuestro día a día. Hay que considerar que en la felicidad está la resiliencia, la actitud con la que miramos la vida, el pensamiento positivo, que se refiere a la capacidad de pensar o ver soluciones ante las adversidades, sacar lo mejor de cada situación, identificar las cosas que están en nuestro control, por decir algunas.


Como hemos visto, existe una amplia gama de teorías o conceptualizaciones sobre la felicidad -ninguna mejor que otra-, que se pueden complementar, así como otros factores que intervienen y ayudan a construir la felicidad.


Queremos la felicidad, pero no nos tomamos el tiempo para hacer lo que debemos para ser felices. En este sentido, resulta esencial que reflexionemos acerca de las cosas que nos hacen o nos aportan directamente a nuestra felicidad, para así potenciarlas y dedicarles tiempo y esfuerzo. Por lo que te invito a que tomes un tiempo para concientizar sobre lo que para ti es importante y contribuye a TU felicidad y a todas aquellas creencias que tienes sobre ésta.


Algunas actividades en el día a día que pueden contribuir en la construcción de tu felicidad (según tus intereses y creencias, y si además consideras que te son útiles), son: practicar mindfulness (atención plena), potenciar tus habilidades, ayudar a otros, fomentar e invertir en relaciones sanas (que lleguen a ser tanto significativas como satisfactorias) y a crear conexiones con quienes te rodean y con aquellas cosas que son importantes para ti. Aprecia aquellas cosas y/o relaciones que ya tienes en tu vida e identifica aquellas que no quieres que estén; cultiva un pensamiento positivo, construye tu propósito de vida (así como la felicidad requiere trabajarse, el propósito de vida también requiere un esfuerzo parecido), pon atención a tus conversaciones internas, concientiza e identifica aquellos pensamientos (negativos) que más que ayudar de hecho te perjudican. Invierte tiempo en ti y en tu autocuidado, potencia tus fortalezas; date tiempo para realizar ejercicio y para actividades que disfrutas.


La felicidad puede estar en cualquier momento de la vida, es cuestión de que empieces este proceso de construcción y no te detengas. Recuerda que las personas, situaciones, cosas, etc., que conforman nuestra felicidad van a cambiar con el tiempo, así que siempre será buena idea permitirse hacer altos y revisar los cimientos de tu construcción y detectar si hay algo que quieres que sea diferente.


Mtra. Ana Victoria Hernández Pascual



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