Las religiones existen desde mucho tiempo atrás, incluso podría decirse que nacieron al mismo tiempo que nació el hombre moderno. Estas son fundamentales para el ser humano porque cumplen con una función de suma importancia: aportar a la vida de sus practicantes un propósito en común con su sociedad. Sin embargo, a veces olvidamos que la religión es solo una pequeña parte de la espiritualidad.
La espiritualidad va de la mano con el alma, y ambos son conceptos difíciles de definir porque hacer una definición implica un proceso cognitivo, y estos conceptos están más bien conectados con la parte intuitiva, que generalmente se le escapa a la razón. En pocas palabras el alma es quien somos, tiene que ver con la autenticidad y la profundidad. Cuando decimos que algo “tiene alma” es porque tiene vida y eso es lo que nos transmite. Por el otro lado, la espiritualidad es lo que nutre al alma y lo que nos permite trascender los detalles finitos de este mundo. Así como en las religiones, la espiritualidad también se conforma de creencias, tradiciones y ritos; pero contrario a lo que podríamos creer, estos no tienen por qué ser grandiosos e imponentes… de hecho, entre más cotidianos, mejor.
Un ritual es una actividad que simboliza algo importante para la mente y el corazón que no necesariamente se presenta en un contexto literal. Por ejemplo, un rito católico sería la eucaristía, en donde los elementos más importantes son el pan (o la hostia) y el vino, que simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo; un rito espiritual cotidiano podría consistir en una caja con fotografías, como símbolo de todos los recuerdos de una vida. Un paseo por el parque es tan importante como un retiro religioso si este representa una oportunidad para reflexionar, agradecer el día que estamos viviendo o solamente disfrutar del aquí y ahora. Cuando le damos valor a las cosas que nos rodean diariamente como nuestra caja con fotografías, el parque al que vamos, nuestra taza de té por las mañanas y la libreta donde apuntamos cualquier pendiente del día, se convierten en objetos sagrados que nos permiten saber que lo que hacemos tiene un sentido, incluso lo más pequeño.
Encontrar lo sagrado dentro de lo cotidiano es una forma muy poderosa de enriquecer nuestra vida, sabiendo que podemos encontrar significado incluso en donde parece que no hay nada fuera de lo común. El ser espiritual no implica una vida libre de problemas, sino una vida con el valor que proviene de la plenitud del alma, una vida llena de sentido.
Michelle Whitehouse
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