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Foto del escritorCentro Agalma

¿Mariposas en el estómago?

¿Recuerdas aquel día de escuela en la primaria que alguien te pegó porque le gustabas? Quizá fuiste tú quien golpeó a esa persona porque te gustaba. Puede ser que no haya sucedido en la escuela, sino en la fiesta de algún amigo, en el parque o en casa de alguien a quien conocías. También puede ser que quitabas o te quitaban algún aditamento que usan las niñas para sostenerse el pelo.

Muy probablemente experimentaste sensaciones y emociones que descansaron en la responsabilidad de un individuo o grupo (presumiblemente adultos) y reaccionaste llorando sin consuelo, buscando algo que reconfortara, diera sentido, cambiara o generara una sensación de protección y respuesta a aquella experiencia emocional tan intensa.


Dadas las circunstancias y aprendizajes sociales, las idiosincrasias, educación, entre otros aspectos, es altamente probable que aquellos adultos involucrados en esa situación, de una u otra manera, hayan instalado en ti algunos conceptos y “aprendizajes esperados”. El clásico “los niños no lloran” inhibiendo tu expresión emocional dando por muerta la experiencia de aquel(la) chamac@ e instalando una respuesta automática que se aleja mucho de todo lo que en realidad sentiste y más bien, se parece demasiado a este aprendizaje esperado que instalaron los adultos, dando como resultado posible: fuertes confusiones entre lo que siento y lo que pienso.


En muchas ocasiones he escuchado a varias personas (básicamente a eso dedico mi vida profesional) hablar de la confusión que les provoca una o muchas personas por las cuales dicen sentirse atraídos. Basta con profundizar un poco más para encontrar que parte de su confusión se debe a que esa otra persona tiene pareja, son muy íntimos amigos o cualquier otra creencia limitante que provoca falta de claridad sobre lo que sienten. Así es que aparecen esos niños que lloraban, se angustiaban y que no saben cómo, primero: sostener su angustia ante su emocionalidad (ni siquiera saben que esto existe) y segundo, tratar de reconocer qué es lo que están experimentando. Esos momentos se vuelven en profundizaciones y exploraciones con escrutinio dentro de un espacio terapéutico para que tratemos de comprender lo que están viviendo, tanto con esa persona que dicen que les gusta, como de aquellas situaciones pasadas que no solo quedaron pendientes, si no que también les dejaron aprendizajes muy alejados de lo que realmente sienten.


Algunos autores han escrito libros en los que separan la atracción en: romántica, estética e intelectual, pero culturalmente hemos llegado a la siguiente idea y su aceptación lapidaria: “hombres y mujeres no pueden ser amigos, tarde o temprano uno de los dos o ambos sentirán algo de atracción y actuarán en consecuencia”. Además de ser una idea heteronormada (porque podrían atraernos las personas del mismo sexo), limita nuestra experiencia de amistad e incluso, de amor en pareja. En muchas ocasiones he escuchado: “tal persona no me gusta pero me siento sol@”, “hice algo de lo que me arrepiento con tal persona pero me dejé llevar”, “no sé cómo decirle lo que siento a la persona que me gusta”. La invitación es cuestionar conceptos como celos, nuestra limitada idea de lo que es una pareja, lo que creemos que es la amistad y quiénes pueden ser nuestras amistades y quiénes no. También, una persona puede gustarnos en muchos aspectos, pero no significa más que eso, no más y a veces solo un aspecto de esa persona (ejemplo, atracción intelectual). Somos animales de significados y por lo tanto, buscamos darle significado a todo aquello que vivimos pero olvidamos que eso cambia debido a la persona, el contexto, la situación y un buen número de elementos que nos condicionan.


Es posible que, a la próxima, esa persona que hace que sientas cosas que te confunden, no sea que te gusta, que te cae mal o cualquier otra idea aprendida. Puede ser que te atraiga de una manera específica y pueda ser tu amigx, socio, conocidx, compañerx de trabajo, encuentro casual, etc. y tengas la posibilidad de vivir algo distinto, en favor de cambiar tus ideas acerca del amor e incluso, amar más fuertemente a aquella persona a la que sí amas.


Juan Sánchez Kidwell



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