¿Existe la posibilidad de cuestionar realmente los paradigmas educativos que tenemos? María Montessori creía que sí y a ella se fueron uniendo (al paso del tiempo) otros estudiosos y apasionados de la educación para los primeros años de los infantes.
En México la orientación filosófica que existe en mayoría de las escuelas, desde preescolar hasta postgrado, van dirigidas hacia la línea de la competencia. Nos han enseñado grosso modo que “saber más”, “saber antes”, “saber mejor” es la línea de aquello a lo que debemos acceder y aspirar en favor de aquello que hemos nombrado como una mejor vida, es decir, la competencia abierta a todo. De entrada parece algo muy democrático, premiar a aquella persona o grupo que obtiene mayor conocimiento, calidad, habilidad o cualquier característica a premiar; incluso puede hacer que aquellos que no acceden al premio, se vuelvan mejores para futuras competencias. En fin, todo parece idóneo… aunque principalmente para aquellos que ganan. Pero, ¿qué pasa con el resto? La inmensa mayoría queda en un punto en el cual no se vuelve real poder acceder a todo aquello para lo que estudian. Esto trae un gran número de experiencias, una posible, que experimenten la sensación de inutilidad ante alguna actividad académica que se exija en la escuela como parte de las materias obligatorias. Quizá la educación no tendría por qué cambiar, ni la idiosincrasia alrededor de ella pero sí podríamos sumar algo a favor y sería nuestra manera de entender aquello que aprendemos y los motivos que nos llevan a desear estos aprendizajes. En una plática que en una ocasión dio un maestro, narró la experiencia de una niña que se había convertido en una bailarina que habían clasificado con TDA en la primaria pero que, gracias al director de la escuela que mostraba el comportamiento de su hija a través de una ventana del salón, les dijo: “ustedes no tienen una niña con TDA, tienen una bailarina”.
¿Cuántas veces no nos dijeron acerca de la escuela que no servíamos para matemáticas, literatura, educación física, dibujo, etc.? Poder reconocer para qué somos hábiles, buenos, mejores, adecuados o cualquier otra característica aprobatoria, se vuelve en un trabajo que implica la coordinación de muchas áreas y personas en la vida de un solo infante cursando educación básica. Una escuela que ofrece la adquisición de muchos habilidades, conocimientos y destrezas como plato principal, muy probablemente congregará a muchos alumnos (dados los valores actuales asignados a la educación) pero qué tanto podrá atender al reconocimiento, acompañamiento y pedagogía de aquellas habilidades que habrá que fortalecerle y aquellas que no son tan trascendentales como para exigirle integrarlas.
Juan Sánchez-Kidwell
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