La vida es una recopilación de todas nuestras experiencias, desde que nacemos hasta que morimos… las buenas, las malas, las increíbles y las peores; Y aunque nosotros muchas veces no escogemos lo que nos toca vivir, podemos elegir cómo vivir cada cosa que nos pasa.
Cuando pasamos por alguna situación adversa, desde lo más chiquito como quedar atorados en el tráfico hasta lo más doloroso como la pérdida de un ser querido, alguna será nuestra reacción. Puede ser que pasemos por mecanismos de defensa como la negación, conductas de escape como el abuso de sustancias o que con mecanismos de adaptación recurramos a la solución de problemas, al apoyo en amigos o familiares o a buscar fortaleza en la religión.
La vía que tomemos va a influir enormemente en cómo percibimos la situación, haciéndola más fácil o más difícil. Por esto, es muy importante identificar nuestros patrones de cómo reaccionamos a las adversidades; Pero igual de importante es darnos cuenta de cómo nos enfrentamos a las mejores cosas de la vida.
Fred Bryant fue quien comenzó a hablar de como “lidiar” con lo positivo y de lo importante que es saborear (savoring) cada momento. Muchas veces damos por hecho las cosas buenas, sobre todo las del día a día, y por esto, ¡a veces ni siquiera reaccionamos a ellas! Es fácil acordarnos de nuestro café de la mañana y pensar que estuvo igual de bien que todos los días, nada extraordinario. ¿Qué pasaría si un día empezáramos a notar que cada día el café sabe un poco diferente? Que algunos días tiene la cantidad perfecta de azúcar y la temperatura ideal. Ese día el café mañanero estuvo extraordinario!! Y vale la pena notarlo. Lo mismo pasa cuando tenemos la oportunidad de presenciar un atardecer impresionante o al alcanzar una meta por la que habíamos estado trabajando.
Saborear o disfrutar es un proceso activo que implica atender, apreciar y realzar una experiencia que ya es agradable para volverla todavía más significativa y duradera. El verdadero disfrute implica una conexión; con nosotros mismos, con nuestras fortalezas, habilidades y nuestros logros, y también con todo lo que existe fuera de nosotros: la naturaleza, el arte, lo que consideramos “más grande”, todo lo que nos hace quedarnos sin aliento.
Disfrutar o no de una experiencia siempre va a depender de uno mismo, de dónde ponemos nuestra atención, de darle lugar a las sensaciones de nuestro cuerpo, de estar abiertos a compartir con alguna persona que queremos, de no tener prisa, de planear el futuro con ilusión, recordar el pasado con cariño y sobre todo, de fluir con nuestro presente.
Michelle Whitehouse
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