Que mayor satisfacción nos puede provocar cuando al final del día o en algún momento de respiro durante nuestra jornada, volteamos y vemos una sonrisa dibujada en el rostro de nuestro hijo o nuestra alumna, una mirada brillante que denota un sentimiento de seguridad y alegría en él o ella. Esa expresión nos hace saber que estamos formando un vínculo juntos, vamos por el camino para promover su desarrollo.
En el arduo esfuerzo y trabajo que implica educar, es frecuente que nos podamos perder frente a tantos retos cotidianos, ¿qué nos puede guiar? ¿cómo reorientarnos cuando estamos fatigados o agobiados? ¿qué necesita mi hijo, mi alumno y yo?
Sin duda hay múltiples respuestas, diversas posibilidades, sin embargo, la ternura es un elemento fundamental para mantener y reavivar la conexión con los niños. Nuestro papel como padres, cuidadores o educadores es favorecer su crecimiento, fortaleciendo su autoestima, sembrando su curiosidad por aprender y es justo ahí donde la ternura es nuestra herramienta principal.
Cuántas veces los niños y las niñas huyen de nosotros, fingen demencia frente a sus deberes y nosotros perdemos el control, para que ellos colaboren, participen con gusto y voluntad en las tareas propias de la escuela y del hogar, en ocasiones tediosas y repetitivas hasta para nosotros, como recoger la ropa y los juguetes, realizar las actividades del libro de texto, entre otras, necesitan reconocernos como adultos cercanos a ellos, necesitan sentir nuestro apoyo, nuestra ternura.
¡Cómo, si tenemos tantas cosas que hacer y en tan poco tiempo! Date un respiro profundo y recuerda que la ternura abre los canales de atención de tu hijo hacia ti, convierte esas tareas tediosas en un juego, usa tu imaginación.
Sabemos lo difícil que en ocasiones resulta que un niño se coma lo que le preparamos, qué tal si pruebas hablarle con buen ánimo y decirle:
¡Ahora vamos a imaginar que somos tu personaje fantástico favorito, grande y fuerte, así que comeremos juntos el plato que está aquí para llenarlo de energía!
Come con él o ella, jugando cual si fueran esos personajes que tanto le gustan.
Tu tono de voz, la expresión en tu cara, le dice todo a tu niño sobre cómo te sientes, si ella o él te ve alegre, con ganas de compartir con él, su disposición será positiva. Nunca está de más un ligero ataque de cosquillas, avioncitos, un abrazo cálido para hacerle saber a tus hijos que éstas ahí.
Con tus alumnos una canción divertida, un par de chistes, explora tu estilo, lo que salga genuinamente de ti.
Recoger los juguetes, recoger la mesa o la ropa del piso, claro que se vuelve tedioso para todos en el hogar, pero si te animas con música e invitas a tus niños a recoger la casa o el aula si eres profesor, ambos disfrutarán del momento. El hábito del orden y la limpieza tus niños lo recordarán como algo agradable, no como una de las penas máximas que les imponen los adultos.
Aprender hábitos y reglas con ternura se convierte en un placer llevarlos a cabo.
Quieres enseñarle a cuidarse y protegerse, no habrá mejor forma para distinguir lo que le hace daño y lo que le hace crecer que el ejemplo de una crianza amorosa.
Cuando le pidas que se cubra porque va a llover o hace frío, un abrazo y una frase tierna sellan tu intención: ¡Amor, vamos a cubrirnos de este clima para estar sanos y así jugar lo que queramos!
Cuando se le dificulta enormemente algún tema de la escuela, lo que más necesita de ti, seas su maestra o su papá, es sentir tu apoyo, darte un par de minutos a pensar con él, encontrar formas de resolverlo. Necesita tu confianza para que ella o él se sienta capaz de resolver el problema, ¡Vamos a intentarlo juntos, se que eres muy capaz, sólo necesitas practicarlo!
La ternura es el ingrediente que hace de la educación una experiencia dulce, cálida para ti y tus niños, sobre todo una experiencia significativa. Así conforme ellos crezcan llevarán tus enseñanzas como escudo protector, como fortaleza, justo porque sintieron tu amor.
Referencias bibliográficas
Dio Bleichmar Emilce (2007), Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos, Buenos Aires, Paidós.
Landy, S. (2009) Pathways to competence. Encouraging healthy social and emotional development in young children. Baltimore: Brookes.
Ileana Torres Ruiz
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