Vivimos en un mundo acelerado, ajetreado, donde siempre hay cosas que hacer y nunca terminamos, al final del día quedan pendientes por resolver. Este estilo de vida nos ha llevado a que los espacios o momentos para pensar, reflexionar, compartir aquello que nos pasa, no existan o sea muy reducidos.
Poco a poco vamos saturando la mente de experiencias, emociones, sentimientos que no han sido procesados y se van acumulando, no importa si las consideramos positivas o negativas, nos van sobrecargando hasta dejarnos mental y emocionalmente agotados.
No nos damos cuenta que al no pensar sobre lo que nos acontece, vamos repitiendo o creando patrones de conducta, tipo de pensamientos e incluso sentimientos que no son los adecuados en todas las situaciones, incluso algunos pueden resultar perjudiciales o dañinos para nosotros, las personas con las que convivimos o las relaciones que mantenemos.
Tendemos a enfocarnos y considerar las experiencias relevantes que nos acontecen, es sobre estas que platicamos o compartimos y sobre las cuales nos permitimos darnos tiempo de pensar, y en ocasiones a reflexionar, principalmente aquellas que no fueron gratas. Como si la búsqueda de evitación de momentos desagradables fueran la motivación para meditar sobre nuestros actos.
Sin embargo todo lo que nos sucede en nuestro día es digno de reflexionarse, con esto no quiero decir que hay que meditar acerca cada una de las situaciones que tenemos, sólo que los actos cotidianos, las interacciones que tenemos, los sentimientos y emociones que experimentamos nos revelan quienes somos, como actuamos, la forma en que nos relacionamos con los demás y el mundo. Todo lo que nos acontece nos impacta.
Reflexionar nos permite pensar acerca de nuestras acciones o circunstancias, sacar conclusiones de las mismas, así como comprender. Esto nos lleva a generar un conocimiento acerca de aquello sobre lo que se reflexiono. Cuando lo hacemos sobre nosotros mismos nos lleva a conocernos y entendernos, favoreciendo que logremos tener relaciones con los demás y nosotros mismos sanas, actuar de forma mas consiente y entender nuestros sentimientos.
Es por esto que resulta importante buscar momentos o espacios, que nos lleven a meditar y reflexionar sobre nuestro día a día lo que nos va pasando, incluso cosas que consideramos pequeñas o poco relevantes, algunas pueden generar grandes descubrimientos.
Estos espacios pueden ser individuales, en compañía y compartiendo, por pequeños periodos o largos momentos lo fundamental es saber observar, cuestionar, dialogar y que en realidad se llegue a la observación lo mas completa que se pueda y que se genere un estado reflexivo.
Valentina Pérez Rodriguez
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